Cada 3 de mayo, en los hogares salvadoreños se celebra el Día de la Cruz, una tradición popular profundamente arraigada que combina elementos religiosos, culturales y naturales. Aunque tiene orígenes católicos vinculados al hallazgo de la Santa Cruz por Santa Elena en Jerusalén, en El Salvador esta celebración ha evolucionado hasta convertirse en un colorido ritual que también rinde homenaje a la naturaleza y a la cosecha.
¿En qué consiste la tradición?
El corazón de esta festividad es la colocación de una cruz, generalmente elaborada de madera de palo de jiote, en los patios, jardines o entradas de las casas. La cruz suele decorarse con papel de colores, flores y, sobre todo, frutas de temporada: mangos, nances, jocotes, caimitos, marañones, entre otras delicias tropicales que abundan en esta época.
Las familias colocan estas frutas como símbolo de gratitud a la tierra por los frutos recibidos y como una petición por buenas cosechas y bendiciones durante el año. Además, es común que los visitantes puedan tomar frutas de la cruz, ya que se considera un acto de buena suerte y prosperidad.
El significado detrás de las frutas
Aunque muchos lo ven como un simple adorno, poner frutas en la cruz tiene un sentido profundo: representa la abundancia, la fertilidad de la tierra y el agradecimiento a Dios por los alimentos. También está relacionado con pedir protección para la familia, los cultivos y los hogares.
En algunos lugares, además de las frutas, se colocan ofrendas como dulces, semillas y panes, reforzando la idea de compartir lo que se tiene.
Más que religión, una expresión cultural
Con el paso de los años, el Día de la Cruz ha dejado de ser únicamente una expresión religiosa para convertirse en un evento cultural. Escuelas, oficinas y espacios públicos también colocan sus cruces adornadas, y en muchas comunidades se organizan actividades festivas, rezos y convivios.
Es una oportunidad para que las familias se reúnan, los niños participen en decorar y las comunidades fortalezcan sus lazos.
Mantener viva la tradición
El Día de la Cruz es uno de esos rituales que nos conecta con nuestras raíces y nos recuerda la importancia de valorar lo que la tierra nos da. Mantener viva esta tradición es también un acto de identidad salvadoreña, de respeto por la naturaleza y de celebración comunitaria.
Así que, si el 3 de mayo ves una cruz decorada con frutas en alguna casa salvadoreña, ya sabes que detrás de esa imagen colorida hay siglos de historia, gratitud y esperanza